24 abr 2013

"Un español en Manzanares"


En el año 2.000, el conocimiento que tenía yo de Colombia, era el mismo que cualquier otro españolito de a pié que ve noticieros y lee los periódicos. Es decir, tópicos, malas noticias, el nombre de algún jugador de fútbol, y poco más. Afortunadamente eso iba a cambiar a partir de ese año, en el que conocí a mi actual esposa y madre de mis hijos. Pronto empecé a viajar a su país, impulsado por el amor, como lo hubiera hecho al Perú, si en lugar de ser colombiana hubiera sido peruana. Así pues, un buen día, cargado de prevenciones y de miedos, me subí a un avión y crucé el charco dirección sur-oeste. Nunca antes pude soñar, que alguna vez en mi vida, pudiera viajar tan lejos. ¡Para que vean que el amor todo lo puede!
Desde que aterricé en el aeropuerto el Dorado, mi percepción empezó a transformarse. Podría decirles que de todo me admiraba, y no les estaría mintiendo, podría contarles, hasta aburrirles, un montón de anécdotas divertidas y sorprendentes, que a ustedes, muy seguramente, habituados al realismo mágico, les resultarían de lo más cotidiano. No lo voy a hacer, porque sería muy largo de contar, y porque estos temas, como más se disfrutan, es alrededor de una mesa con una mediecita y buena compañía.
Podría cantar las maravillas naturales de Colombia: sus montañas, sus ríos, sus mares, sus costas, sus árboles…sus infinitos cafetales, pero no les contaría nada distinto a lo que ya saben, a lo que incluso puede que sin darse cuenta, estén aburridos de saber.
Podría cantar la maravilla de sus pueblos, de sus ciudades…la maravilla de sus gentes, pero no les descubriría nada nuevo a ustedes, nada nuevo que quizás estén cansados de saber, nada nuevo a lo que jamás debieran acostumbrarse.
Les contaré sin embargo, que a pesar de tanta maravilla, a pesar de tanta sorpresa y a pesar de tanta novedad, les contaré que hay algo inexplicable que experimento en este mágico lugar del mundo, allá donde esté, en cualquier punto de Colombia, pero muy especialmente en mi querido Manzanares, que me resulta biológico, genético, natural, heredado, y que me hace sentir como en casa, como en familia, como en España, como en mi propio país.  No sé si será la sangre, el idioma, la cultura, la historia, el credo que compartimos, el sol y la luna que compartimos, pero lo cierto es que siento a Colombia como un pedacito de España, y a Manzanares como el lugar donde no me importaría vivir el resto de mi vida, y en su tierra, descansar para siempre. Como dice el vallenato:
Por Ricardo Murillo Esteban, Esposo de Liliana Vega

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TRIBU ARTESANIAS DE MANZANARES