24 abr 2013

Los toros que mató el Ejército en Manzanares


El hombre tenía unos 25 años. Se presentó por teléfono mientras yo era el editor de Q'hubo Pereira (Risaralda), en el 2011. De inmediato me interesé por sus comentarios. ¿Cómo no hacerlo si aseguraba que podía probar unas ejecuciones extrajudiciales realizadas por el Ejército en Manzanares en el 2008? A los jóvenes asesinados los denominaban toros. Desde que salían de la capital de Risaralda, de donde eran oriundos todos, no pasaban más de tres o cuatro días para que los mataran.
A él lo llamé J desde que lo conocí. Era imposible desconocer la importancia de lo que decía. Se atribuyó protagonismo como persona clave en unos 14 falsos positivos, reclutados por él.
Con mayor interés debía escucharlo, porque los reclutadores en esos casos son los eslabones para llegar a la verdad de los falsos positivos. Desde el primer encuentro J sostuvo que fue el encargado de engañar a esos jóvenes y llevarlos hasta que los militares los tuvieron tan cerca como si fuese un fusilamiento. No lo hizo gratis, sino por el dinero de las recompensas.
Sobre la manera como llegó a tener tan estrechos vínculos con militares de esta región contó que perteneció a las Farc, pero se desmovilizó. Durante los años 2005, 2006 y 2007 hizo parte de una comisión de finanzas. Sin embargo, asegura que fue detenido en un retén militar en Samaná, con cerca de $ 300 millones en efectivo. Con ese dinero compró su desmovilización. Según su versión, la patrulla militar se guardó el dinero -era como la guaca que no tuvieron que desenterrar- y acordaron que lo presentarían como un desmovilizado.
Esa situación creó un vínculo más allá de lo imaginable. J no volvió a las filas guerrilleras, pero sí trasegó por otros grupos delincuenciales, como la banda Cordillera de Pereira (Risaralda). Al tiempo disfrutaba de los beneficios del programa de desmovilización. Sin embargo, no estaba preparado para ver tan reducido su presupuesto de subsistencia, pues tiene mujer e hijos que mantener. Sus gastos y tendencia a malgastar, adquiridos desde que tuvo manejo de dinero por cantidades en la guerrilla, jamás bajaron. Eso le incomodaba. Según sus palabras: "los bandidos sin plata y sin arma no somos nada".
Sobre toros y niñas
En el 2008 el Ejército le ofreció la forma de obtener más dinero. Sólo tenía que conseguir toros y niñas. Afirma que así le decían en clave, mediante conversaciones telefónicas, a hombres y armas, respectivamente, con el propósito de realizar el montaje de un combate.

Todo lo planeaban en Caldas, pero las víctimas las contactaban en Pereira. El gancho para reclutar siempre era el mismo: "vamos a hacer una escolta", "vamos por una caleta". Los muchachos, todos residentes en la capital risaraldense, caían redondos en la tentación.
J. cuenta que el viaje no lo hacían en un solo día, sino que se tomaban más tiempo y pernoctaban en sitios intermedios, por ejemplo, en Manizales. Pasados uno o dos días él les decía que llamaran a sus familias, para reportar que estaban bien. Los parientes jamás se enteraban de los motivos del viaje.

Al menos el último tramo de la supuesta misión lo recorrían en una camioneta manejada por el reclutador. Textualmente puedo citar su narración: "yo manejaba hasta que llegábamos donde estaba el retén, nos pedían una requisa. Cuando ellos se bajaban a mí me decían que corriera la camioneta para más adelante y en ese momento encendían a plomo a esos manes".
Luego él se bajaba del vehículo y les ayudaba a los soldados a uniformar a los muertos y plantar las armas. Así fue, según él, como integrantes del Batallón de Contraguerrillas 93 asesinaron y presentaron como bajas en combate a ocho de los 14 jóvenes en las siguientes fechas:
*27 de marzo de 2008. Vereda Agua Bonita (Manzanares):
Julián Alberto Jiménez Pérez
Juan Esteban López Ramírez
César Augusto Cardona Miranda
NN masculino.
Este fue el resultado que reportaron de la Operación Magnífica. Misión Táctica Mahoma.

*16 de agosto de 2008. Vereda San José (Manzanares):
Víctor Manuel Granados Pérez.
Carlos Arturo Jaimes Loaiza
Danilo Alberto Ríos Cifuentes
José Hermes Marín Medina.

Este fue el resultado reportado de la Operación Málaga, misión Táctica Argot.
Estos reportes están avalados, cada uno en planilla y oficio. Los oficios en particular están firmados por la cadena de mando, incluyendo el comando de la Octava Brigada, que a su vez avaló sin cuestionamiento alguno decenas de operaciones similares.

En una ocasión, mientras dialogábamos en un billar de Pereira, en el último rincón del establecimiento, él me mostró un mensaje de texto corto que le acababa de llegar, en respuesta a uno anterior mandado por él. El que supuestamente respondía era un tal "Barrios". Textualmente decía: "ya le di su número a Cabra".
¿Por qué ese mensaje? Aparentemente después de que el gobierno restringió el fondo que manejaba el Ejército con total autonomía y sin auditoría, por el escándalo de los falsos positivos, algunos oficiales y suboficiales continuaron comprando el silencio del reclutador. Este portaba en cada encuentro que sosteníamos un sobre de manila lleno de documentos (constancias, planillas, consignaciones, entre otros) que certificaban su participación en esos operativos, en calidad de desmovilizado.
J. era crudo en sus relatos. Un caso que repitió tres veces fue el de un joven que logró huir herido, pero en la persecución un sargento lo escuchó resollando de cansancio y agonizante en una cuneta. Sin piedad le descargó una ráfaga de fusil que le voló la quijada.
A veces se lamentaba, porque se quedaba muy rápido sin dinero. Maldecía porque un día le contaron que habían indemnizado a las familias de las víctimas, mientras él tenía que empeñar la nevera para pagar servicios. Lo curioso de los falsos positivos, en general, es que hayan indemnizado a las familias, mientras que las denuncias penales marchan a paso lento. Los casos de Manzanares están a cargo de la Fiscalía 53 de la Unidad Nacional de Derechos Humanos, en Bogotá, pero no avanzan lo suficiente.
Sin duda J. no tenía propósitos altruistas para revelar lo que sabía. En la última conversación telefónica (en enero de 2012) me puso una extraña cita para vernos con alguien. Ese fue el punto de ruptura, primero porque me expuso que hiciéramos un negocio ilegal, del que por supuesto yo no quería participar y eso él lo tenía claro desde el inicio. Segundo, porque él ya estaba trabajando para un grupo del cartel de Sinaloa asentado hace tres años en Pereira y que por extrañas o quizás corruptas razones ignoran las autoridades de ese departamento. Y tercero, dejó ver de una forma clara que él ya era una amenaza para mi vida, por todo lo que yo sabía. Él no dejaba de delinquir y yo me estaba enterando de su situación, hasta que intentó "reclutarme", como lo hacía con las otras víctimas. Sin duda, ya sabía mucho como para morder su letal anzuelo.
Cuando tuvimos confianza, en numerosas ocasiones le sugerí que aprovechara su conocimiento sobre motocicletas, esos cursos del Sena para desmovilizados, a fin de conseguirse la plata limpiamente. Inclusive lo contacté con investigadores del CTI de Cali para que se pusiera a protección y obtuviera una recompensa adicional por entregar la valiosa información que tenía. Ello lo podía utilizar a manera de plante para montar su taller, pero apenas asistió a una primera cita y se mamó, como se dice popularmente.
Durante un año estuvimos en contacto, hablamos al menos 20 veces por teléfono y nos encontramos en seis ocasiones, durante mañanas enteras. Siempre me sugería que tuviera cuidado, porque si difundíamos su historia, que era el objetivo que no se cumplió, nos iban a buscar para matarnos. En otras conversaciones también advertía que él mismo podría asesinarme. Y era claro que si lo consideraba en serio no lo dudaría, como al parecer iba a ser su propósito al final.
Aunque escasa, sí fue importante la documentación que obtuve de él de forma voluntaria. Su relato lo escribí sin una grabadora en atención a su paranoia. Luego transcribí lo que decía de la forma más fiel posible. Me sentía como Capote en frente de Dick o Perry. Mi gran ventaja es que J. era muy consistente en sus relatos, a veces repetitivo, lo que facilitaba la reportería.
Han pasado dos años desde la primera reunión. Una experiencia así puede reafirmar o relativizar el instinto de supervivencia. Un sonido característico de cada encuentro era el click que se escuchaba debajo de la camisa, el buzo o el poncho que llevara puesto, listo para disparar, a la menor sensación de riesgo. Con frecuencia envió por delante a otros personajes a vigilarme antes de presentarse a los puntos acordados. ¿Qué si sentí miedo? Demasiado, pero mantener el silencio de forma indefinida jamás puede ser una opción.
Acerca de falsos positivos
En el país se investigan unos 2 mil homicidios en persona protegida, según cálculos de abogados dedicados a las demandas civiles por ejecuciones extrajudiciales. Se responsabiliza al Ejército de esos hechos. La mayoría ocurrieron en el 2008.
Esos mismos abogados presumen que por cada caso denunciado ante las autoridades hay cinco que no llegaron a ser reportados. Esas 10 mil víctimas no han sido retiradas de las estadísticas que mostró el gobierno pasado como resultados de "neutralizados" en combate.

Cierto es que las víctimas no eran seminaristas. En eso tienen razón los abogados de los militares procesados. Sin embargo, se ha demostrado hasta la saciedad que esas muertes jamás fueron el producto de unos combates.

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